CONSEJO NACIONAL DE EDUCACIÓN
MANIFIESTO A LA NACIÓN
Hacia un Acuerdo de País por la Seguridad Ciudadana
Horrorizados por la masacre ocurrida el domingo 20 de Junio, en el que perdieron la vida al menos diecisiete compatriotas en forma cruel y despiadada, nos unimos al clamor de todo el pueblo salvadoreño, que pide un alto a esta horrible escalada de dolor y muerte. Al mismo tiempo, hacemos un llamado para invitar a la reflexión y al compromiso, a fin de que se encuentren cuanto antes, soluciones justas, eficaces y duraderas al problema de la violencia.
Somos un grupo de salvadoreñas y salvadoreños que, convocados y presididos por los titulares de la cartera correspondiente, conformamos el Consejo Nacional de Educación (CNE). Preocupados por la violencia imperante, queremos alzar con vehemencia nuestra voz para presentar ante todos los sectores, una iniciativa en favor de la seguridad y la estabilidad de nuestro país.
Si bien nuestra inquietud surgió inicialmente ante el problema de la violencia en el área de la educación, la mirada del CNE se ha extendido al análisis de la violencia que golpea a la familia -primera escuela de los valores- sin olvidar el complejo contexto en el que viven los niños y niñas, los adolescentes y jóvenes que buscan en el salón de clases el pan del saber.
Los últimos acontecimientos nos muestran que el drama que vivimos está a punto de llegar a niveles de violencia de una brutalidad inaudita, como un fenómeno presente en gran parte del territorio nacional. Por eso, hemos considerado impostergable dar a conocer el presente Manifiesto con el objetivo de convocar a todas las fuerzas vivas del país a un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana.
1. La violencia nos devora.
La violencia parece haberse apoderado de nuestro país: es como un mar embravecido que amenaza con ahogarnos a todos. Sin pretender hacer una descripción exhaustiva, vemos cómo esa violencia se da en el seno del hogar, especialmente contra los niños, las niñas y las mujeres; se da en la calle, en los centros de trabajo y en tantos otros ambientes en forma de delincuencia común; y llega hasta los niveles del crimen organizado y del narcotráfico. Las víctimas mortales de esa violencia indiscriminada son cada día más numerosas. Es un flagelo que no respeta edad, sexo ni condición social, aunque es obvio el impacto mayor en la población más desprotegida y excluida. Vivimos inmersos en un ambiente de violencia social: escuelas, templos, empresas, hogares, son escenario de hechos que día a día llenan de dolor y luto a las familias salvadoreñas y las sumergen en la zozobra, el miedo e, incluso, la impotencia.
No cabe duda: El Salvador atraviesa actualmente uno de los momentos más críticos de su historia reciente. La espiral de violencia e inseguridad que padecemos se incrementa aceleradamente. Estamos pagando un precio muy alto por la prolongada ausencia de políticas claras, oportunas, audaces y coordinadas, para resolver los graves problemas nacionales.
Ante esta situación, con estupor, igual que mucha gente, nos preguntamos hasta dónde va a llegar esta locura homicida. Sin embargo, creemos firmemente que sí es posible todavía superar este mal, si todas y todos nos unimos en torno a un objetivo común: vencer la violencia y construir, poco a poco, con creatividad y audacia, una auténtica cultura de paz.
2. La violencia, un fenómeno complejo.
Consideramos que el primer paso es comprender adecuadamente el fenómeno de la violencia. Existen muchos y muy valiosos estudios sobre este tema y sus principales causas. Para nosotros, una de las principales es la fragilidad de la institución familiar, agravada aún más por la emigración forzada. Otras causas tienen que ver con factores como la crisis de valores, la falta de oportunidades -sobre todo para la juventud- y la falta de confianza de la población en las instituciones encargadas de protegernos y las que deben hacer prevalecer el imperio de la justicia y del derecho. La pobreza y la marginación en que se debaten tantos hermanos y hermanas nuestros son en sí mismas una forma inaceptable de violencia.
En El Salvador, un factor particular de violencia está íntimamente relacionado con los traumas causados por la guerra. La realidad cotidiana se vuelve aún más sangrienta debido al accionar de las pandillas juveniles o maras y la presencia cada vez más evidente, sobre nuestro pequeño territorio, del crimen organizado y el narcotráfico.
Y así como es de complejo, es también oneroso. La atención médica a las víctimas, la protección de bienes y la reposición de pérdidas materiales provocadas por la alta criminalidad en El Salvador se llevan buena parte de los recursos estatales, afectando la economía de todas y todos los salvadoreños.
3. La violencia, un reto que nos desafía a todos.
El impacto de la violencia en la Escuela es tal, que de no detenerse, o, por lo menos disminuirse, pone en serio peligro el funcionamiento del Sistema Educativo Nacional, debido al temor y la inseguridad que aquella provoca en los padres de familia, maestros y educandos, así como en los alrededores de las instituciones educativas.
Sin embargo, tal como se refleja cada día en los medios de comunicación y en la experiencia de tantos compatriotas, la gravísima situación de violencia nos desafía a todos. A pesar de ello, creemos firmemente que caer en la resignación o pretender dar una respuesta violenta con el mismo tipo de violencia, sería el peor error que podríamos cometer.
El complejo proceso de diálogo y negociación que culminó en los Acuerdos de Paz, que dieron fin al conflicto armado, nos dejó un importante legado que no debemos olvidar: los impases y conflictos sociales se pueden resolver, si se tiene la voluntad para ello. Detener un conflicto es sólo un paso; la solución fundamental está en la profunda reconstrucción del tejido social.
Estamos convencidos de que la solución al problema que nos ocupa se encuentra en la integración y sinergia de todos los esfuerzos concretos y en la sincera revisión de los intereses que nos mueven. Cada persona, cada grupo social y cada instancia tienen mucho que aportar. Cada acción, por pequeña que sea, si está animada por el espíritu de solidaridad, es clave para obtener lo que tanto anhelamos: un país que se pone de nuevo de pie para construir, con paciencia y perseverancia, la seguridad y la tranquilidad que tanto necesitamos.
4. En la búsqueda de un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana.
Esta situación nos preocupa profundamente, por esta razón presentamos ante todas las fuerzas vivas del país, el presente llamado a asumir la correspondiente responsabilidad histórica, social y humana. Reconocemos la pertinencia de los cinco ejes de la propuesta de la Presidencia de la República, sobre el tema de seguridad, los cuales deben ser llevados a una praxis más evidente y en el marco del respeto a la dignidad de la persona humana.
Al mismo tiempo, comunicamos a la Nación nuestro compromiso ineludible de dialogar con los líderes de las principales fuerzas vivas del país: la empresa privada, los medios de comunicación, las universidades, las asociaciones profesionales, los sindicatos, las distintas fuerzas del movimiento social, las ONG ligadas directamente con el tema de la violencia, las Iglesias, etc.; para buscar un consenso favorable. Al mismo tiempo deseamos presentarles la metodología que consideramos necesaria para recoger los aportes de todos los sectores, sistematizarlos y someterlos a discusión, a fin de llegar así a lo que hemos llamado un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana.
Este Acuerdo, debe dejar de lado diferencias de orden político, económico, ideológico, de credo o preparación académica, para convertirse en una verdadera cruzada nacional con la cual nos comprometamos todos. Que cada sector de la vida del país, en un esfuerzo integrador, pueda aportar lo suyo desde sus propias posibilidades y medios.
Es la hora de la unidad. Sólo juntos podemos construir un verdadero frente común contra la delincuencia. El Consejo Nacional de Educación reitera su firme compromiso de acompañar este esfuerzo.
Consejo Nacional de Educación (CNE)
San Salvador, 7 de julio de 2010.
MANIFIESTO A LA NACIÓN
Hacia un Acuerdo de País por la Seguridad Ciudadana
Horrorizados por la masacre ocurrida el domingo 20 de Junio, en el que perdieron la vida al menos diecisiete compatriotas en forma cruel y despiadada, nos unimos al clamor de todo el pueblo salvadoreño, que pide un alto a esta horrible escalada de dolor y muerte. Al mismo tiempo, hacemos un llamado para invitar a la reflexión y al compromiso, a fin de que se encuentren cuanto antes, soluciones justas, eficaces y duraderas al problema de la violencia.
Somos un grupo de salvadoreñas y salvadoreños que, convocados y presididos por los titulares de la cartera correspondiente, conformamos el Consejo Nacional de Educación (CNE). Preocupados por la violencia imperante, queremos alzar con vehemencia nuestra voz para presentar ante todos los sectores, una iniciativa en favor de la seguridad y la estabilidad de nuestro país.
Si bien nuestra inquietud surgió inicialmente ante el problema de la violencia en el área de la educación, la mirada del CNE se ha extendido al análisis de la violencia que golpea a la familia -primera escuela de los valores- sin olvidar el complejo contexto en el que viven los niños y niñas, los adolescentes y jóvenes que buscan en el salón de clases el pan del saber.
Los últimos acontecimientos nos muestran que el drama que vivimos está a punto de llegar a niveles de violencia de una brutalidad inaudita, como un fenómeno presente en gran parte del territorio nacional. Por eso, hemos considerado impostergable dar a conocer el presente Manifiesto con el objetivo de convocar a todas las fuerzas vivas del país a un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana.
1. La violencia nos devora.
La violencia parece haberse apoderado de nuestro país: es como un mar embravecido que amenaza con ahogarnos a todos. Sin pretender hacer una descripción exhaustiva, vemos cómo esa violencia se da en el seno del hogar, especialmente contra los niños, las niñas y las mujeres; se da en la calle, en los centros de trabajo y en tantos otros ambientes en forma de delincuencia común; y llega hasta los niveles del crimen organizado y del narcotráfico. Las víctimas mortales de esa violencia indiscriminada son cada día más numerosas. Es un flagelo que no respeta edad, sexo ni condición social, aunque es obvio el impacto mayor en la población más desprotegida y excluida. Vivimos inmersos en un ambiente de violencia social: escuelas, templos, empresas, hogares, son escenario de hechos que día a día llenan de dolor y luto a las familias salvadoreñas y las sumergen en la zozobra, el miedo e, incluso, la impotencia.
No cabe duda: El Salvador atraviesa actualmente uno de los momentos más críticos de su historia reciente. La espiral de violencia e inseguridad que padecemos se incrementa aceleradamente. Estamos pagando un precio muy alto por la prolongada ausencia de políticas claras, oportunas, audaces y coordinadas, para resolver los graves problemas nacionales.
Ante esta situación, con estupor, igual que mucha gente, nos preguntamos hasta dónde va a llegar esta locura homicida. Sin embargo, creemos firmemente que sí es posible todavía superar este mal, si todas y todos nos unimos en torno a un objetivo común: vencer la violencia y construir, poco a poco, con creatividad y audacia, una auténtica cultura de paz.
2. La violencia, un fenómeno complejo.
Consideramos que el primer paso es comprender adecuadamente el fenómeno de la violencia. Existen muchos y muy valiosos estudios sobre este tema y sus principales causas. Para nosotros, una de las principales es la fragilidad de la institución familiar, agravada aún más por la emigración forzada. Otras causas tienen que ver con factores como la crisis de valores, la falta de oportunidades -sobre todo para la juventud- y la falta de confianza de la población en las instituciones encargadas de protegernos y las que deben hacer prevalecer el imperio de la justicia y del derecho. La pobreza y la marginación en que se debaten tantos hermanos y hermanas nuestros son en sí mismas una forma inaceptable de violencia.
En El Salvador, un factor particular de violencia está íntimamente relacionado con los traumas causados por la guerra. La realidad cotidiana se vuelve aún más sangrienta debido al accionar de las pandillas juveniles o maras y la presencia cada vez más evidente, sobre nuestro pequeño territorio, del crimen organizado y el narcotráfico.
Y así como es de complejo, es también oneroso. La atención médica a las víctimas, la protección de bienes y la reposición de pérdidas materiales provocadas por la alta criminalidad en El Salvador se llevan buena parte de los recursos estatales, afectando la economía de todas y todos los salvadoreños.
3. La violencia, un reto que nos desafía a todos.
El impacto de la violencia en la Escuela es tal, que de no detenerse, o, por lo menos disminuirse, pone en serio peligro el funcionamiento del Sistema Educativo Nacional, debido al temor y la inseguridad que aquella provoca en los padres de familia, maestros y educandos, así como en los alrededores de las instituciones educativas.
Sin embargo, tal como se refleja cada día en los medios de comunicación y en la experiencia de tantos compatriotas, la gravísima situación de violencia nos desafía a todos. A pesar de ello, creemos firmemente que caer en la resignación o pretender dar una respuesta violenta con el mismo tipo de violencia, sería el peor error que podríamos cometer.
El complejo proceso de diálogo y negociación que culminó en los Acuerdos de Paz, que dieron fin al conflicto armado, nos dejó un importante legado que no debemos olvidar: los impases y conflictos sociales se pueden resolver, si se tiene la voluntad para ello. Detener un conflicto es sólo un paso; la solución fundamental está en la profunda reconstrucción del tejido social.
Estamos convencidos de que la solución al problema que nos ocupa se encuentra en la integración y sinergia de todos los esfuerzos concretos y en la sincera revisión de los intereses que nos mueven. Cada persona, cada grupo social y cada instancia tienen mucho que aportar. Cada acción, por pequeña que sea, si está animada por el espíritu de solidaridad, es clave para obtener lo que tanto anhelamos: un país que se pone de nuevo de pie para construir, con paciencia y perseverancia, la seguridad y la tranquilidad que tanto necesitamos.
4. En la búsqueda de un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana.
Esta situación nos preocupa profundamente, por esta razón presentamos ante todas las fuerzas vivas del país, el presente llamado a asumir la correspondiente responsabilidad histórica, social y humana. Reconocemos la pertinencia de los cinco ejes de la propuesta de la Presidencia de la República, sobre el tema de seguridad, los cuales deben ser llevados a una praxis más evidente y en el marco del respeto a la dignidad de la persona humana.
Al mismo tiempo, comunicamos a la Nación nuestro compromiso ineludible de dialogar con los líderes de las principales fuerzas vivas del país: la empresa privada, los medios de comunicación, las universidades, las asociaciones profesionales, los sindicatos, las distintas fuerzas del movimiento social, las ONG ligadas directamente con el tema de la violencia, las Iglesias, etc.; para buscar un consenso favorable. Al mismo tiempo deseamos presentarles la metodología que consideramos necesaria para recoger los aportes de todos los sectores, sistematizarlos y someterlos a discusión, a fin de llegar así a lo que hemos llamado un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana.
Este Acuerdo, debe dejar de lado diferencias de orden político, económico, ideológico, de credo o preparación académica, para convertirse en una verdadera cruzada nacional con la cual nos comprometamos todos. Que cada sector de la vida del país, en un esfuerzo integrador, pueda aportar lo suyo desde sus propias posibilidades y medios.
Es la hora de la unidad. Sólo juntos podemos construir un verdadero frente común contra la delincuencia. El Consejo Nacional de Educación reitera su firme compromiso de acompañar este esfuerzo.
Consejo Nacional de Educación (CNE)
San Salvador, 7 de julio de 2010.
Mucho señalamiento al problema, todos manifestando preocupación, que es un problema complejo, que nos devora y nos compete a todos, eso ya se sabe, pero no se concreta en un plan integral, en acciones claras (corto plazo, mediano y largo plazo) en el que cada quien tome su parte en la implementación, si es que va aportar. Si no va a aportar mejor que no diga nada y deje que otros hagan, ese debería ser un principio.Y las propuestas que vemos como la lectura de la Biblia por los diputados de derecha puro show electoral. Los líderes religiosos peleandose, uno llamandole hipócrita al otro, esa es violencia, y hoy hablando de unidad. Otros proponiendo la pena de muerte, ARENA pensando en la formación de un comando militar, medidas absurdas, fracazadas. Muchos queriendo aprovechar la desgracia para llevar harina a su costal. ¿Quien presenta un plan integral estructurado, se discute, se recogen aportes y se ven los mecanismos de gestión y aplicación?. Un monton de ideas dispersas. Así vamos a seguir perdiendo el tiempo.
ResponderEliminarMe parece muy acertado apostarle a una estrategia que trascienda las diferencias de carácter político, económico, ideológico, de credo o preparación académica, ya que, aun cuando la mayoría de las victimas es "gente pobre" debe haber claridad que el fenómeno de la violencia se enquista geométricamente a todo nivel y casi hemos naturalizado situaciones aberrantes que están ocurriendo desde hace años, ya todas y todos tenemos responsabilidad histórica, social y humana, estoy de acuerdo en una cruzada nacional comprometida con la cultura de paz y de intolerancia hacia todas las formas de violencia empezando por la estructural, comprometámonos en articular voluntades hacia ese esfuerzo integrador. Basta de paralizarnos con la preocupación, el terror, el amarillismo, o guardarnos la indignación, es hora de trascender hacia la acción, me siento convocada a asumir como profesional, madre y ciudadana el llamado y contribuir desde nuestro ámbito laboral y posbilidades, y aun cuando el fenómeno de la violencia es multicausal, parafraseando las frases de Galeano La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo, creo que es importante que algunos medios de comunicación asuman críticamente el perjuicio, el profundo daño que día a día con sus escenas de sangre generan el clima de terror y paralelamente desensibilizan a nuestras niñas y niños. Atte Bruny Peña
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