martes, 1 de febrero de 2011

Discurso de Sigfrido Reyes

Lea y escuche el discurso que dio el diputado Sigfrido Reyes, durante su juramentación como Presidente de la Asamblea Legislativa.

Sigfrido Reyes Presidente de la Asamblea Legislativa
Asamblea Legislativa
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Asamblea Legislativa
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Dedico esta Ceremonia de Toma de Posesión al Dios de la vida y de la solidaridad, al Dios del amor, la justicia y la verdad. También, a mi querida Familia, que aún en las circunstancias más difíciles ha estado siempre a mi lado en todas mis luchas y proyectos.
La dedico a los grandes líderes de las gestas emancipadoras del Pueblo Salvadoreño: a nuestros Próceres de la Independencia, a nuestros luchadores por la libertad y la justicia social, a Anastasio Aquino, a Farabundo Martí, a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, a Mélida Anaya Montes, a Guillermo Manuel Ungo, a Rufina Amaya, a Schafik Hándal y a todas y todos los héroes y heroínas de esas gestas gloriosas, a todas y todos los compatriotas que han dedicado sus vidas a la causa de la democracia y el progreso social en El Salvador.
Agradezco a mis compañeros, de toda una vida compartida en la lucha, el honor de otorgarme la confianza de presidir, por primera vez en la historia democrática de nuestra Patria, la Asamblea Legislativa, el Primer Poder del Estado, en representación de mi partido político Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
En el Año del Bicentenario del inicio de las luchas por la Independencia Patria, este evento de Toma de Posesión como Presidente de la Asamblea Legislativa de El Salvador refleja sin duda alguna la madurez cívica y democrática que ha alcanzado la sociedad salvadoreña, que este día es testigo, y a la vez
protagonista, de la obediencia al indiscutible mandato popular, expresado en su momento en las urnas a favor de mi partido, el FMLN. Es significativo que esto suceda a escasas 2 semanas de haberse celebrado el Décimo Noveno Aniversario de los Acuerdos de Paz, acuerdos que pusieron fin a la lucha fratricida, y abrieron el camino de la democratización del país, el respeto a los derechos humanos y a la reconciliación nacional.

Tiene también un especial significado, para mí en lo personal, y para el Partido que represento, que este acto tenga lugar un Primero de Febrero, fecha en la que conmemoramos 79 años del fusilamiento de Farabundo Martí, patriota inspirador de nuestras luchas por la emancipación social y la libertad. Con su martirio, precedido de una terrible matanza de indígenas y campesinos, se inauguraba una de las noches más largas y oscuras que ha vivido el pueblo salvadoreño, la noche de la dictadura y la anulación de las libertades ciudadanas. Decía nuestro Poeta Nacional Roque Dalton…“Todos nacimos medio muertos en 1932. Sobrevivimos, pero medio vivos, con la cuenta de treinta mil muertos enteros”. Fue sólo con la abnegada lucha de décadas y, finalmente, con la voluntad mayoritaria de paz y de cambios del pueblo salvadoreño, que fue posible superar esa triste etapa de nuestra historia.
La transición que este día tiene lugar en este Órgano Fundamental del Estado no es simplemente el cambio de un Presidente por otro. Es, en una perspectiva más profunda, un pasó más, por cierto muy significativo, en la gran transición a la democracia que se inauguró para El Salvador, con la firma de los Acuerdos de Paz. Desde ese momento venimos bregando juntos, todas y todos los aquí presentes, por avanzar hacia una sociedad libre y justa; incluyente, equitativa y sostenible; digna, orgullosa y soberana.
Los salvadoreños y salvadoreñas nos comprometimos ante el mundo aquel 16 de Enero de 1992 a dirimir nuestras diferencias por la vía civilizada del diálogo y la sana competencia electoral, y a enmarcar nuestras acciones en los principios del Estado de Derecho.
No ha sido fácil el camino: como sociedad hemos vencido obstáculos y adversarios formidables, desde aquellos que vieron en la paz una oportunidad para continuar, por otros medios, las antiguas prácticas de exclusión, odio e intolerancia, hasta las dificultades propias de la construcción de instituciones modernas y democráticas, en un país con pocos recursos; con elevados índices de pobreza y sometido a constantes embates de la madre naturaleza.
Muy a pesar de ellos, hoy en día podemos decir que todos los esfuerzos han valido la pena. Que estamos lejos de ser aquel país donde privaba la opresión y el odio, donde los derechos humanos eran pisoteados y violentados, donde las ideas políticas disidentes eran perseguidas y castigadas, donde se imponía la tortura, el asesinato político, las desapariciones forzadas, la cárcel injusta, el exilio amargo, para aquellos que se atrevían a desafiar al régimen dictatorial imperante.
Posiblemente sea muy temprano, en términos históricos, para valorar en toda su magnitud los logros democráticos que como sociedad hemos alcanzado en apenas 2 décadas. Posiblemente las angustias cotidianas, producto de la violencia social y de las carencias económicas, que todavía golpean a amplios sectores del pueblo, nos impidan ver a plenitud lo avanzado, y prevalezca por momentos el fatalismo y la desesperanza. Empero, cuando se escriba la Historia de El Salvador, cuando las pasiones de las disputas egoístas y sectarias y el exacerbado pesimismo hayan dado paso a la reflexión serena y reposada, deberá reconocerse que fue precisamente en esta época, en el transcurso de la presente generación, cuando la sociedad salvadoreña cimentó el sistema político democrático y se inició el camino hacia la inclusión y la justicia social y la prosperidad de la Nación.
Por ello no puedo dejar de recordar en este momento y rendirle un emocionado tributo, a uno de los más grandes hombres que ha dado nuestra Patria, luchador incansable por la democracia, forjador de los Acuerdos de Paz, líder político y parlamentario infatigable, ejemplo moral para presentes y futuras generaciones, a quien El Salvador le debe mucho de lo hasta ahora avanzado. Me refiero a nuestro entrañable compañero y maestro Schafik Jorge Hándal. Todavía resuenan en este recinto sus valientes y apasionados discursos en defensa de la Constitución y la legalidad y, sobre todo, en defensa de la justicia.
Queridos compatriotas, autoridades que nos acompañan, Colegas Diputados y Diputadas, Invitados todos:
Es oportuno poner en contexto la ceremonia que hoy tiene lugar en este Salón Legislativo. Hace ya más de año y medio se produjo finalmente la alternancia en la Presidencia de la República, inaugurándose, por voluntad soberana del pueblo; una época de grandes cambios en la vida nacional liderados por el Presidente de la República, nuestro Presidente, Mauricio Funes.
Meses después, esta misma Asamblea Legislativa fue gestora de un positivo acontecimiento, cuyas repercusiones están marcando la vida del país en varios órdenes. Me refiero a la dignificación y reivindicación de la Corte Suprema de Justicia, con la elección de magistrados que observan el principio de la independencia judicial, principio esencial y necesario para la salud institucional de la República. Poco a poco va quedando atrás el tiempo cuando los fallos del máximo tribunal de justicia eran motivados por conveniencias políticas o intereses de un sector u otro. El tiempo en que la Constitución era vulnerada y mancillada.
En esa misma lógica, en esa dinámica democrática y de cambios que hemos desatado como sociedad, y que ya es imposible detener, hoy asistimos a la inauguración de una Presidencia de la Asamblea Legislativa conforme a la clara, inequívoca y expresa voluntad popular. Una Presidencia que repetidamente se le negaba al Partido Político mayoritario en esta Asamblea. Debemos ubicar entonces este relevo como parte de este largo proceso, a veces tortuoso, a veces lento, pero siempre ganando terreno en positivo; este proceso de transición democrática de nuestro país.
En este punto, es válido hacer una reflexión sobre el rol constitucional y político de la Asamblea Legislativa. Los parlamentos, llámensele Congresos; Cámaras de Diputados o Asambleas, ocupan un lugar central en los sistemas políticos democráticos. Su función va más allá de emitir o reformar leyes y decretos, aprobar presupuestos, elegir altos funcionarios y aprobar informes del Gobierno. Nuestra Constitución, en lo particular, le asigna a esta Asamblea un papel central en las decisiones de Estado, al punto que la Asamblea puede reformar la Constitución misma, además de cumplir con un delicado, pero irrenunciable papel, de ser parte vital del andamiaje de pesos y contrapesos, propio del sistema político republicano.
La Asamblea es, al mismo tiempo, la receptora principal de las expectativas, quejas, demandas y aspiraciones de los ciudadanos. No es casualidad entonces, que la prestigiosa consultora de opinión pública LATINOBARÓMETRO, señale en una reciente investigación, que el 56% de los salvadoreños consideran que “…no puede haber democracia sin Congreso o Asamblea Legislativa”. Considera también un 64% de los ciudadanos salvadoreños, según esa misma medición, que “no puede haber democracia sin partidos políticos”. Pero al mismo tiempo, como un poderoso llamado de atención, nos alerta que sólo un 25% de los ciudadanos expresa “confianza en la Asamblea”, ubicándonos en el décimo quinto lugar en una lista de 19 países latinoamericanos. Si bien es cierto que el promedio de la región en cuanto a confianza en los Congresos es de un modesto 34%, eso no puede ni debe de servirnos de consuelo.
Por ello, y por otras razones no menos importantes, esta Asamblea Legislativa está llamada a realizar grandes esfuerzos, para elevar su credibilidad, su autoridad política y ser depositaria de una mayor confianza ciudadana. Nuestra Asamblea debe constituirse en un elemento central en la legitimación y fortalecimiento de la política y del sistema político, incluyendo a los partidos políticos. Si la Asamblea gana prestigio y autoridad, se consolida la democracia, se vigoriza y legitima el ejercicio de la representación de la ciudadanía.
Por el contrario, si la Asamblea es señalada como una entidad donde se ejercen prácticas cuestionables, lugar donde fomentan anti-valores, pierde calidad y contenido nuestra incipiente democracia, se debilita la confianza del pueblo en las instituciones y en la eficacia del sistema político. Si esta tendencia se consolida, como sociedad corremos el riesgo de socavar todo lo positivo que el país ha logrado desde que firmamos los Acuerdos de Paz.
Por ello, los Diputados y Diputadas estamos obligados a ejercer de manera acertada nuestro rol de representantes del pueblo. El compromiso de representar fiel y éticamente los intereses de nuestros electores y del pueblo en general no acaba cuando nos instalamos en nuestras curules. Al contrario, allí es donde debemos empezar a cumplir a cabalidad con el mandato que nos ha sido encomendado y con los compromisos que hemos asumido frente a los electores.
Es un hecho que han existido muchas expectativas sobre lo que podría ser una Presidencia del FMLN en la Asamblea Legislativa. Gracias a Dios, la mayoría ha expresado esperanzas de cambio y mejoría, de renovación de la imagen y la credibilidad de este Órgano Legislativo, de fortalecimiento de la búsqueda de concertación y acuerdos positivos para la vida de la gente.
Quiero por ello este día destacar, como un imperativo político y un acto de justicia, que esta nueva etapa en la vida legislativa, no hubiese sido posible sin la voluntad firme de todas las fuerzas parlamentarias que pactamos el Protocolo de Entendimientos Legislativos en Octubre de 2009. Este evento de inauguración de una nueva Presidencia Legislativa demuestra que en política, al contrario de lo que algunos proclaman, la palabra empeñada sí tiene valor y que los compromisos se honran, enalteciendo y dignificando el sentido de la política.
Deseo en este punto hacer especial mención de mi predecesor, Diputado Ciro Cruz Zepeda Peña, a quien le expreso mi reconocimiento y mi agradecimiento, por los múltiples consejos y valiosas sugerencias, producto de su larga experiencia como dirigente político, como legislador y por haber presidido esta Asamblea por varios períodos. Todos los presentes en este recinto le reconocemos sus habilidades para gestar acuerdos y facilitar la gobernabilidad del país.
Debo manifestar que, personalmente, el presidir este Primer Órgano de Estado se convierte en un enorme desafío, que conlleva dar lo mejor de mí, en esfuerzo, entrega y trabajo. Quiero pues comprometerme a impulsar, desde este primer día, medidas que incrementen la transparencia de la gestión legislativa y el acceso que tiene la población a los detalles del trabajo que hacemos en esta Asamblea, y al mismo tiempo elevar la calidad de los debates y la eficacia y legitimidad de las decisiones que aquí se adoptan.
En concreto, esta Presidencia se compromete ante el pueblo a practicar una política de puertas abiertas a la ciudadanía y a los medios de comunicación. Reforzaremos la proyección comunicacional de la Asamblea en todo sentido, para que la ciudadanía esté permanente y oportunamente informada de la labor de sus representantes.
A partir de este día, gracias al apoyo decidido de uno de los mayores operadores de telecomunicaciones del país, estamos ampliando la transmisión de la señal de televisión por cable de nuestras actividades, siete días a la semana, introduciendo programas novedosos para que debatan los diputados y diputadas y que participe activamente la ciudadanía. Agradezco a todas las empresas privadas de comunicaciones, y a los medios del Estado, por ayudarnos a llevar la voz y la imagen de la Asamblea a nuestros compatriotas.
También, iniciaremos de inmediato los trabajos preparatorios para que esta institución sea la primera en adaptarse a los requerimientos de la nueva Ley de Acceso a la Información Pública, una vez ésta entre en vigencia. Desde este momento, hemos dispuesto publicar, en nuestro Portal Legislativo de internet, el Presupuesto de esta Asamblea Legislativa y su respectiva Ley de Salarios.
En esa misma línea, adoptaremos medidas que se traduzcan en una gestión más cristalina de los recursos financieros de la institución, publicitando ampliamente las compras y contratos institucionales, ciñéndonos estrictamente a lo prescrito en la Ley.
Un elemento central de la fortaleza y credibilidad de una institución pública es el compromiso ético de sus miembros y empleados con sus responsabilidades laborales. En tal sentido, me propongo, con la ayuda y acompañamiento de mis colegas en la Junta Directiva y demás diputados y diputadas, adoptar medidas para volver más eficiente el trabajo y el uso del tiempo en las Comisiones Legislativas y en las Sesiones Plenarias.
El tiempo de los Diputados y Diputadas, y de los ciudadanos que atienden las actividades de esta Asamblea, es valiosísimo, y por ello vamos a respetar los horarios señalados para el inicio de las sesiones plenarias y otros actos oficiales. Así mismo, vamos a adoptar medidas para que las sesiones plenarias que se prolongan hasta horas de la madrugada, sean un recuerdo del pasado, excepto en situaciones de evidente emergencia nacional.
A todos los Grupos políticos, que conformamos este Congreso, quiero reiterarles, que tendrán de parte de este servidor, toda la cooperación, ayuda, trato respetuoso y equitativo, en los asuntos administrativos de esta Asamblea, además de un diálogo político permanente.
Es importante que el personal que trabaja para este órgano de Estado brinde lo mejor de sí para inyectar un nuevo dinamismo a la actividad parlamentaria. Ustedes, empleados de esta Asamblea, son parte invaluable de la institución y esperamos por ello que se reafirme su compromiso con la misma, elevando la responsabilidad laboral y la calidad del servicio a la ciudadanía.
En este contexto quiero manifestar que quienes trabajan en esta Asamblea, deben tener derecho a ostentar mayores responsabilidades en la medida en que se capacitan y adquieren nuevos conocimientos y destrezas. Esta Asamblea debe responder a los retos de legislar en un entorno económico, jurídico, social y político, local e internacional, cada vez más complejo y cambiante.
Uno de los grandes proyectos que espero impulsar, con el apoyo de mis colegas Directivos, es el de la creación de la Escuela de Capacitación Legislativa, una entidad de elevada calidad académica y rigurosos estándares de estudio, para que nuestro personal y también los Diputados y Diputadas, puedan tener acceso a técnicas legislativas y conocimientos de avanzada, que les faciliten emitir leyes que hagan sentido con las necesidades de la gente y del país en general.
Autoridades presentes, Colegas Diputados y Diputadas, amigos que nos hacen el inmenso honor de compartir con nosotros este memorable evento:
El Salvador vive un momento inédito de su historia. Grandes cambios se han iniciado, pero desafíos enormes nos aguardan y amenazas de dimensiones preocupantes se ciernen sobre el presente y futuro del país. El quehacer de la Asamblea Legislativa no puede estar al margen de esta realidad nacional e internacional, ni de los actores sociales que se ven afectados por la legislación y otras decisiones, que resultan de nuestro quehacer.
En el Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2010 “De la Pobreza y el Consumismo al bienestar de la gente. Propuestas para un Nuevo Modelo de Desarrollo”, presentado recientemente por el PNUD, se concluye, en base a un análisis exhaustivo, que los modelos de desarrollo puestos en práctica en El Salvador no han generado un mayor bienestar para la población, es decir que no promovieron un mayor desarrollo humano para el pueblo salvadoreño.
Para confirmar con datos, el PNUD afirma que El Salvador registra en promedio una tasa de crecimiento del PIB per cápita de un exiguo 1.1% durante los últimos 50 años, debido, entre otros aspectos, a desequilibrios macroeconómicos y a la dirección que se le ha dado a las políticas económicas y sociales, al querer generar una competitividad en la producción a través de bajos empleos, en lugar de enfocarse en superar el desempleo y el subempleo y elevar la productividad del trabajo.
La Asamblea Legislativa, como órgano fundamental del Estado, tiene que ponerse a la altura de esas circunstancias, que de no abordarse y superarse con diligencia, amenazan con postergar indefinidamente las posibilidades de salir del subdesarrollo, el atraso y la pobreza. Debemos pues ser consecuentes con los retos y responsabilidades que el momento histórico nos exige.
Ya no podemos seguir legislando en base a modelos que fracasaron en nuestro país. Nuestros amigos del PNUD nos confirman que este objetivo solo se logrará a partir de la adopción de un nuevo modelo cuyo énfasis esté en el precepto que “la verdadera riqueza de una Nación es su gente”.
Comparto pues con el PNUD, la idea de que el desarrollo del país solo se alcanzará desde “la unidad nacional, el trabajo duro, el ahorro, la inversión en la población salvadoreña y en aprovechar las oportunidades”.
Por eso mismo, este Primer Órgano del Estado, debe asumir su responsabilidad de legislar en función del bienestar de todos los salvadoreños y salvadoreñas, y procurar que los derechos constitucionales como el derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, a la justicia, al trabajo, a la propiedad y posesión, no les sean negados a ninguno de los habitantes de la República. El pueblo salvadoreño, a través de la educación, el trabajo decente, la salud, un techo digno, entre otros aspectos, debe tener la oportunidad de superarse, al tiempo que construye una relación armoniosa con el medio ambiente.
Estoy persuadido, que dada la magnitud de los retos y la complejidad del panorama económico y social, que no solo afecta a nuestro país El Salvador, sino que a todo el mundo, la única forma de crear leyes y políticas económicas y sociales que conduzcan a una mejor forma vida para nosotros y nuestros descendientes, es a través de la concertación y la construcción de consensos, del trabajo en conjunto con los diferentes grupos parlamentarios y con el resto de Órganos e Instituciones del Estado.
Es imprescindible, así mismo, que la Asamblea Legislativa cultive y multiplique los vínculos de comunicación e interacción con todos los sectores de la nación, con los empresarios y los trabajadores, con las organizaciones ambientalistas y las que promueven la igualdad de hombres y mujeres, con los defensores de los derechos humanos, con la comunidad educativa, con los profesionales, con las diversas iglesias, con los jóvenes y con los pensionados, en fin, con todos aquellos cuyos intereses pueden verse afectados o que pueden contribuir a adoptar mejores decisiones legislativas.
En tal sentido, la Presidencia Legislativa puede y debe jugar un papel más proactivo, propiciando acercamientos y concertación entre los actores políticos, y de estos con todos los sectores nacionales. Tenemos también que acercarnos más e incluir en la agenda del desarrollo y la democracia en el país a nuestra comunidad de migrantes en el exterior, a quienes les debemos respeto y gratitud infinitas. Así mismo, tenemos que contribuir a fortalecer la integración y la unidad con las naciones hermanas de Centroamérica y América Latina y el Caribe, y la amistad y cooperación con otros países y regiones del mundo.
La agenda legislativa que tenemos por delante es extensa, y las circunstancias exigen que esta Asamblea, que todos los diputados y diputadas, multipliquemos nuestros esfuerzos para cumplir con las expectativas ciudadanas.
Es impostergable aprobar la Ley de Medicamentos. No puede seguir engavetada la Ley de Ordenamiento y Desarrollo Territorial, que puede garantizar un desarrollo equilibrado del país. Hay que tener la valentía de acabar en El Salvador con la desigualdad entre géneros y con la discriminación hacia las mujeres, aprobando la Ley y la Convención Internacional que abordan esa problemática. Debemos legislar para estimular la creación de empleo decente, apoyando a nuestros productores del agro y además fomentar la producción y la productividad industrial, los servicios de calidad y las exportaciones del país, al tiempo que brindamos seguridad jurídica a la inversión nacional y foránea.
Hay que ser consecuentes con nuestros hermanos y hermanas migrantes, y aprobar finalmente la ley que desde hace años impulsamos, para que el Estado salvadoreño los proteja y los apoye, en toda circunstancia, y que se les permita además participar con su voto en el proceso democrático del país. Como parte de la modernización del sistema político, hay que aprobar una Ley de Partidos Políticos, que garantice transparencia, equidad y mayor participación ciudadana en el quehacer de los institutos políticos.
Tenemos el reto de emitir leyes que le den más eficacia a nuestra Policía Nacional Civil y al sistema judicial, para hacer retroceder y castigar a los criminales y a la delincuencia en general. Al mismo tiempo, debemos avanzar para que El Salvador sea un país donde se respetan plenamente los derechos humanos y se supere para siempre la impunidad. En tal sentido, es inaplazable ratificar instrumentos como el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y adherirnos sin más dilación a la Corte Penal Internacional, creada por el Estatuto de Roma.
Como podemos constatar, la agenda de trabajo de esta Asamblea, es extensa y compleja. Su impulso y final materialización demanda el concurso de todos y todas. Por ello, desde la Presidencia de este Órgano reafirmo mi compromiso de trabajar diligentemente, con todos los Grupos Parlamentarios, y con el Presidente de la República y su Gabinete de Gobierno, para que aceleremos el paso, cooperando para dotar al país de legislación apropiada y moderna, a la altura de sus necesidades.
La Presidencia de la Asamblea Legislativa jugará un papel más dinámico, para generar esos espacios de diálogo entre los sectores, procurando acercar posiciones y finalmente hacer posible el surgimiento de acuerdos que aporten soluciones a los problemas de la Nación.
Hermanas y hermanos salvadoreños, distinguidos invitados:
En el cumplimiento de ese cometido, le pido a Dios que me dé la HUMILDAD suficiente para buscar y tender puentes a todos los interlocutores necesarios, la SERENIDAD para escuchar sus opiniones, disensos y hasta sus críticas, y la SABIDURÍA para orientar mis pasos en una única y especial dirección: servir a mi pueblo y a mi Patria con lealtad y verdad, y buscar desde esta casa, que es la Casa del Pueblo, la UNIDAD que requiere nuestro país para superar cualquier desafío y salir adelante.
MUCHAS GRACIAS!

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